Lourdes y Helena son hermanas. Y cada una tiene un molcajete. Fue el regalo de bodas que su papá les dio. Ahora ya pasaron a las nietas. En esos cuencos indispensables en una buena cocina “aprendimos a cocinar” dice Lulú. Así que además de crecer chile ancho, y chilaca; maíz, nopal, avena, y alfalfa—libres de transgénicos—iniciaron su negocio de comida, tradicional del campo.
Ahí en el traspatio de la casa está su cocina—la de echar las tortillas y hacer el arroz en las arroceras, a la leña, las carnitas—y fuera, junto a la estructura de madera están las mesas que decoradas con los productos del lugar reciben a los comensales.
Pero no solo la decoración sorprende, sino los colores, los olores, los sabores, la consistencia del sabor auténtico del campo. Ahí en la mesa sirven lo mismo un pipián que un plato de arroz, salsa verde, o roja; carnitas, mole con pollo; tamales con pollo, un pulque. Más de quince platillos pueden preparar, según la petición del grupo. Pueden hacer casi todo, a excepción del queso de vaca que, lo consiguen con unas vecinas.
Ahí, vistiendo la ropa de la región están Helena, Lulú, y sus hijas. Pasan unos tamales para acá, una quesadilla para allá; un plato con arroz a la derecha, uno con mole a la izquierda. ¡Hmmmmmm! exclaman los que comen cada que un sabor les provoca emociones.
Pero ya que los alimentos se van asentando, y llega un poco de tranquilidad para las cocineras, muestran sus pequeñas parcelas. Presumen sus plantíos de chiles—ancho y chilaca—donde cuentan (a risotadas, porque les da pena pronunciar la palabra) que el chile joto (mezcla entre ancho y chilaca) con colores interesantes, es dulce, pero picante a la vez, y una buena combinación cuando se está haciendo un mole o un caldo.
Las cocineras viven en Terreros de la Sábana. Entre San Miguel y Dolores. Si desea contactarlas llame al 418 1325 908.