Santuario para la flora, fauna, y arte

Santuario para la flora, fauna, y arte

Sobre el camino a Otomí, después de pasar las vías del ferrocarril, está Santtüary; refugio para más de 50 burritas, cerdos vietnamitas, borregos; y además un espacio escultórico que pronto, abrirá la puerta para quienes quieran contemplar no solo la naturaleza, sino una granja estilo siglo XVI. 

 

Al pasar la vía del ferrocarril, hay que seguir la carretera del lado izquierdo; la carrizada guiará a quien quiera visitar. Al llegar, por la entrada de San Miguel Viejo, se verá un acceso decorado con viejos durmientes verdes y la leyenda “No pasar, propiedad privada”. Pero la verdad es que sí se puede acceder. Así, siguiendo la calle empedrada y flanqueada por magueyes llegamos al corazón de Santtüary. 

 

En el espacio rodeado por lagos artificiales—en que nadan patos migrantes, y gansos—pirules, y álamos; hay tres pastizales, en uno de ellos hay más de 50 burritas, de todos los tamaños y edades, más de ellas donadas al refugio. La idea, en el futuro es iniciar una producción de leche, para autoconsumo. 

Y es que la Coordinadora Ciudadana Ambiental A.C, está formada por amantes de la naturaleza, pero también del arte. De hecho, más de los miembros no tienen hijos, porque saben que es la mejor forma de ayudar a la conservación ambiental.  

 

Al recorrer el lugar se pueden ver caballos—y uno de los socios dirá que con ellos ha participado en espectáculos ecuestres dentro y fuera de México, y es que le encanta la música, y presumir la cultura mexicana a donde vaya. Luego están los cerdos vietnamitas, en todos tamaños. Fuera del espacio está George, un cerdo regordete que recibe al visitante dejándose acariciar. 

El recorrido continúa, y entonces cerca del lago más grande puede verse la obra La banda, esculturas medianas de músicos, hechos con metal. Luego están más de 90 esculturas en mármol autoría de Yochi Yochikawa. Éstas hay que verlas, analizarlas, interpretarlas. 

 

Luego está la Ofrenda al bosque los remanentes de las podas—durante 20 años—se han ido apilando, y ofrendándolas a la naturaleza misma. Una de las instalaciones cuenta con una escultura de águila cola blanca en la cima. Es una visitante constante al área, comentan los socios, durante nuestra visita. Y la verdad es que no hay un inicio o fin en el recorrido, quien visite toma la ruta que más le convenga. 

Una sala con exposición de arte permanente también está en el lugar, ahí se encuentra la obra (pintura, y escucltura) de artistas como: Yochi Yochikawa, John Shueler, Keith Keller, entre otros; y hasta artesanía hecha por los socios locales. 

 

En las 45 hectáreas de reserva natural, aún se están definiendo las rutas; lo que sí, es que sin invitación, desde ahora las personas pueden visitar este espacio abierto, con una donación que irá a la asociación para los gastos de operación.