Una de las rememoraciones más emocionantes—luego del Grito de Independencia—es la Entrada de los Insurgentes, un evento que consiste en recrear aquella entrada del ejército insurrecto a la Villa de San Miguel el Grande. Ésta habría ocurrido el 16 de septiembre de 1810 luego del paso por Atotonilco.
El evento, que este año fue reducido, ocurrió a las 6pm; hombres a caballo armados con machetes, palos, antorchas, e instrumentos de labranza—vestidos a la usanza—salieron de Avenida Independencia para subir por Insurgentes, Hernández Macías, Canal, y Jardín Principal para hacer la toma de la Villa. Sus consignas fueron “Viva México”, “Muera el mal gobierno”, “Libertad”, entre muchas otras.
Para recordar
Los españoles que habitaban la Villa, ante la noticia del avance insurgente, se refugiaron en las Casas Reales –hoy el viejo edificio de la Presidencia –y exigieron al general Narciso María Loreto de la Canal –jefe del ejército Dragones de la Reina– que los resguardara.
Cuando Ignacio Allende entró a la villa se dirigió a las Casas Reales y pidió a De la Canal que entregara la plaza, prometiendo respetar la vida de los españoles. De la Canal, conociendo la honestidad de Allende, entregó a los españoles que fueron únicamente conducidos al Colegio de San Francisco de Sales –hoy la Universidad de León.
La historiadora Guadalupe Jiménez Codinach, ha escrito que cuando la multitud que seguía a Hidalgo entró a la villa, “la plebe se juntó y a fuerza de golpes abrió las puertas de la tienda de don Francisco de Landeta –hoy La Coronela– y la saqueó”, igual que la tienda de Pedro de Lámbarri –hoy la churrería frente a San Francisco. Allende, dice Jiménez Codinach, “a fuerza de cintarazos disolvió la multitud, que se fue retirando. Poco después de las diez de la noche, todo quedó sosiego”.
Así, la toma pacífica (no la de la historia real) de San Miguel el Grande, es representada a las 6pm cada 16 de septiembre a las 6pm. Los que saben de la historia oral, dicen que luego del inicio de la lucha de independencia, más de los españoles que vivían en el área abandonaron casas, terrenos, y fincas, por lo que San Miguel estuvo a punto de convertirse en un lugar “fantasma”.