Por Carmen Rioja
Quiero compartir esta información con ustedes porque nunca se sabe quién pueda estar padeciendo una enfermedad atemorizante y su nivel de confianza se encuentre por los suelos.
Hace seis años cambiamos nuestra alimentación por una dieta libre de lactosa y baja en carnes rojas y pollo. La razón era evitar las hormonas que pudieran contener estos productos y según yo evitar que agravaran un tumor en la glándula pituitaria. Al mismo tiempo otros amigos y familiares queridos presentaron tumores en la cabeza que esperaban a un diagnóstico específico, programación de cirugía, posibles radioterapias y prescripción de medicamentos.
Tres queridas personas al mismo tiempo. Comencé una búsqueda obsesiva de información. No era fácil ver un tumor de 5 centímetros en la cabeza de mi hija, ni sería fácil tomar decisiones para ninguno de los pacientes.
¡Gracias a Dios por las Bibliotecas! Si no me hubiera sentido tranquila después de leer mucho, mucho, estoy segura de que hubiéramos tenido una peligrosa cirugía sin necesidad imperiosa. Y lo nuestro era un reto de paciencia y fe en la ciencia.
Después de una cadena de médicos especialistas perplejos ante las imágenes nos enviaron al neurocirujano. El caso era de macro prolactinoma, un tumor que causa altos niveles de la hormona prolactina, de allí su nombre y clasificación. Caímos en las manos benditas de un médico íntegro que nos dijo: haremos todo lo posible por no operar. Tal vez tengamos que llegar a esa decisión, pero primero agotaremos todas las posibilidades. Se trataba sin duda de una operación delicada hasta en manos de uno de los expertos mexicanos más reconocidos de la materia. El tumor estaba envolviendo una de las arterias del cerebro llamada carótida. Así que el procedimiento presentaba un reto peligroso.
Nos explicó que intentaríamos una nueva terapia experimental con un medicamento prácticamente inofensivo que se usaba para otra cosa -específicamente para que las madres suspendan lactancia por indicaciones médicas, digamos que les corta la leche-, pero casi accidentalmente se descubrió que frenaba y hasta disminuía el tamaño de los tumores de este tipo. Si éste era el caso, tal vez podíamos evitar la intervención quirúrgica.
Los primeros meses fueron horribles. Largas esperas, resonancias contrastadas del cerebro cada 2 meses, campimetrías, revisión y aumento de dosis. Y poco sucedía, pero el Doctor aseguraba que mientras no presentara más síntomas como ceguera, migraña o escurrimiento nasal intenso, podíamos esperar otro poco antes de operar. Esos fueron los tiempos de leer, investigar, pedir otras opiniones y sopesar los criterios. Casi todos concordaban, lo nuestro, era cuestión de tiempo, paciencia, comer sano, confianza.
A los seis meses de terapia, una nueva resonancia contrastada nos mostró un milagro, el tumor se había reducido a la mitad de su tamaño original. Habíamos ganado un paso adelante.
A los dos años conquistamos la marca menor a 2 cm. Lo que lo convertía en un micro prolactinoma, sin duda una clasificación de mejor prognosis.
Tuvieron que pasar seis años de resonancias cada seis meses, terapia ininterrumpida de costoso tratamiento y disciplina férrea en estilo de vida, alimentación saludable y ejercicio frecuente por parte del paciente, para que esta primavera finalmente las imágenes mostraran apenas unos milímetros del rastro de un tumor.
Los otros dos pacientes tuvieron también extraordinarios médicos de la UNAM, a pesar de esto el primero de ellos, mi concuño, tenía otro tipo de tumores que causaban neoplasia y metástasis, el desarrollo fue muy rápido y lo perdimos a los cuatro meses con mucho dolor. Sin embargo, tuvo la mejor atención posible para su caso. Y el segundo, nuestro amigo Isaac, tuvo una cirugía mayor en la que extrajeron una bola del tamaño de una toronja. Actualmente se encuentra bien y sigue vigilando su salud.
En fin, que esta guía saludable de una mujer mexicana quería compartir con ustedes los milagros de la ciencia. Que no son más que los resultados más deseables, y en algunos casos excepcionales, gracias a la investigación metódica apegada a la disciplina.
Dónde investigar y cómo investigar se han vuelto la nueva ciencia de la metacognición. A partir de la pandemia e incluso varios años antes con la revolución de la red de internet, la información más relevante está a la mano. Las bibliotecas públicas y universidades contienen lo más representativo de cada sección, para engolosinarse y perderse en ese laberinto de conocimiento y herramientas de aprendizaje. Además, se han abierto portales de acceso a investigadores para hacer llegar los reportes científicos en tiempo real a un mayor número de lectores y de otros investigadores. Al cruzar datos llegamos a conclusiones firmes y lo que era “experimental” queda comprobado por hechos referidos en los informes científicos. Y aquí mi oxímoron: ¡GraciasDios por la ciencia!
Aprender a investigar y aprender a aprender, es lo de hoy. Si te interesa la ciencia y quieres aprender más, busca siempre sitios universitarios o institucionales que sean veraces, confiables y actualizados. Visita La Biblioteca Pública de San Miguel de Allende, A.C. en Insurgentes #25, Centro de la Ciudad de San Miguel de Allende, Gto.
Y para la navegación digital, aquí comparto uno de mis favoritos de la universidad de Oxford que puede traducir con Google: academic.oup.com/journals
Carmen Rioja, es artista mexicana especializada en la restauración de materiales arqueológicos y talleres de creación artística. Le gusta escribir cuentos y poemas para arrojaros en botellas imaginarias al mar. Ella ha publicado los libros La Muerte Niña y Rojo 43. riohoja@yahoo.com @carmen.rioja