Patrimonio cultural en San Miguel de Allende

Patrimonio cultural en San Miguel de Allende

Por Carmen Rioja

 

¿Por qué San Miguel de Allende está en el corazón de tanta gente? Algunos creen que fue en la década de los 50 cuando se volvió famoso entre los norteamericanos gracias a que Walt Disney lo descubrió y filmó aquí una película que tituló El pequeño forajido (The Little Outlaw), e incluyó escenas que se desarrollaron en las calles principales y en Atotonilco.

 

Pero es mucho antes, en el siglo XVIII, que San Miguel se hizo famoso entre europeos cuando la corriente de pensamiento de los progresistas abrió una escuela, la primera para americanos que llamaron El Colegio de Sales, hoy ubicado junto al Oratorio de la Salud y frente a la Plaza Cívica. En el presente la Universidad de León ocupa el espacio dándole un uso educativo. 

 

La Villa de San Miguel el Grande tuvo su apogeo durante los siglos XVIII al XIX, siendo un lugar de encuentro en el importante Camino Real de Tierra Adentro, el camino de la plata. O un destino incluso para alguien de la capital de México, o de las ciudades europeas, que quisiera una vida más pacífica como fue el caso del padre Luis Felipe Neri de Alfaro, fundador del Santuario de Atotonilco. Del mismo modo la ciudad era destino universitario que centro religioso ya que albergaba conventos de las más importantes órdenes mendicantes, así que muchos jóvenes venían de otros destinos a establecer aquí su residencia académica o religiosa. 

 

Fue después de las guerras de Independencia en 1810 y más aún después de la Revolución en 1920 cuando este pueblo al igual que el resto de la Nación, sufrió la peor devastación y deterioro. Los altares fueron destruidos, saqueados, a veces incendiados, las iglesias se convirtieron en gallineros o establos, las mejores de las veces y en otras ocasiones en baños públicos, nido de murciélagos, pichones y roedores. Todavía en 1994, éste era el caso en las capillas laterales de Atotonilco. Donde la pobreza era tan extrema que los miles de feligreses tomaron el Santo Sepulcro como excusado durante años, hasta que se logró la primera intervención con recursos para su restauración y la adecuación de baños públicos al exterior del templo y a menor distancia de los accesos para autobuses. Una transformación que se logró gracias a las primeras generaciones de residentes norteamericanos como Dotty Vidargas y mexicanos capitalinos como Xavier Barbosa; o grandes botánicos como Stirling Dickinson y místicos como el actor que luego dejara su exitosa carrera como barítono en Hollywood para tomar los hábitos monásticos y recluirse a una vida de paz espiritual: el sanmiguelense José Mojica. Eran también los tiempos de los famosos pintores mexicanos Diego Rivera y Siqueiros. Artistas de todas las disciplinas han encontrado inspiración para su creatividad en fuentes, callejones, rincones y jardines secretos de esta bella ciudad. Poco a poco se dio la recuperación hasta lo que hoy aún podemos y debemos preservar. Por eso figuras como Walt Disney o David Rockefeller en su paso por el pueblo fueron decisivas.

 

En los psicodélicos 70 viajar a México era una aventura obligada, varios de los famosos escritores de la generación Beats, de nuevo pusieron de moda la ciudad. Entre ellos Jack Kerouac y Neal Cassady dejaron huella en las cantinas del pueblo hasta que Neal perdió la vida una madrugada; se dice que lo encontraron su cuerpo ya casi congelado cerca de las vías del tren. 

 

Turistas de todo el mundo, personajes que ni imaginamos o actores famosos, Salma Hayek, Antonio Banderas, Harrison Ford, y así la lista sería interminable, aclaman la magia de San Miguel. ¿Por qué han decidido venir y siempre regresar o a veces quedarse en esta ciudad? Tal vez por su cuarzo en el subsuelo, las aguas termales o las vastas vistas al horizonte y atardeceres de colores. Pero creo que es la gente, la mezcla, la amabilidad y el deseo siempre de escuchar al otro antes de tratar de convencerlo de lo que sea que traiga uno de propaganda. 

 

Ojalá las campañas electorales que inician en la Ciudad se transformen en un ejercicio de escuchar, que los candidatos escuchen, no solo en pro de la familia sino también por los hijos ajenos, por los apartados, los otros, los de afuera, los marginados, los olvidados, los que hablan lengua originaria y sin embargo aún no han sido escuchados. Ojalá que aprendamos a escuchar más que a hablar para persuadir y creer que nuestro modo euro centrista es el mejor. Ninguno es mejor, es únicamente el ejercicio constante de diálogo y consenso entre todas las ricas diversas corrientes de pensamiento lo que nos hará sanos e interconectados en fuerte tejido comunitario. Este es el espíritu que siempre parece nacer desde las entrañas de estas tierras, un espíritu de comunidad, un ejercicio polisémico cotidiano, un espíritu de salud comunitaria. Visitar o vivir en San Miguel de Allende es caminar, observar, escuchar y respirar la magia de su gente y su pasado. Respetar y preservar su sencillez.

 

Carmen Rioja, es artista mexicana especializada en restauración y talleres de creación artística. Le gusta escribir cuentos y poemas para arrojaros en botellas imaginarias al mar. Ella ha publicado los libros La Muerte Niña y Rojo 43.