Un molcajete para el récord Guiness

Un molcajete para el récord Guiness

Son las 9 de la mañana, Don Mauro Quintero sabe que tiene que preparar su burro (unos cuantos litros de agua, y bolsas, para traer la piedra). “Chó, chó” le dice al burro que no espera mientras escala por el camino sinuoso. 

 

Don Mauro ha recorrido el sendero cientos, tal vez miles de veces. Igual lo sube con tenis que huarache, o botines. “Mis papás vinieron de Dolores. Yo nací aquí, y desde que me acuerdo, he sido molcajetero” nos dice en el camino a la mina, en donde veremos la pieza de molcajete más grande jamás hecha en México—o en el mundo.

 

 “Crecí entre molcajetes” indica. Tuvo 12 hermanos, pero eso sí, solo los hombres pueden hacer ese artefacto clásico, y casi imprescindible de la cocina mexicana. Las mujeres, por falta de pericia, por costumbre, por la fuerza que se requiere, “sabe” están limitadas a hacer solo la mano del metate, o el tejolote del molcajete. 

 

Luego del camino sinuoso con piedras sueltas, donde lo mismo aparece una piedra azul, que una negra o roja, pero sin potencial para hacerse utensilio; llegamos a las coloradas—la mina. Ahí estaba Juan Quintero “Pollo”, hijo de Mauro. “Siempre tuve el sueño de hacer el molcajete más grande del mundo” platica con alegría en la mirada. “Vivimos en la ciudad que es popular por esta artesanía, pero no hay ningún ícono que nos identifique, que diga lo que hacemos”. 

 

En Las Coloradas, al barrenar con pólvora entonces apareció la roca más grande para molcajete, que haya visto, ahí encontró que el sueño estaba cerca. “Ya había hecho uno, pero mide 1.5 metros de diámetro. Este medirá más de tres”, nos platica mientras sigue labrando la piedra con la pica. 

 

“Aquí somos herreros, carpinteros, veladores, molcajeteros, de todo le hacemos” dice al explicar que la herramienta que usan, “la pica” ellos mismos la funden y moldean. “He trabajado en este proyecto tres semanas por ahora, desde que encontramos la piedra. He dormido aquí, en la camioneta, no vaya a ser que alguien con envidia destruya lo que ya llevo, o se lo robe”. 

 

 

Este día, el molcajete al que todavía le quedan unas tres semanas para estar concluido, fue transportado en un montacargas a la casa de los Quintero, donde le darán los detalles finales, y para que la ciudad decide en dónde lo colocará. “Probablemente sobre la salida a San Miguel” indica Ruth Franco, coordinadora de Promoción Turística en Comonfort. 

 

Franco, explica que cuando comenzaron a trabajar el proyecto investigaron también los requisitos para inscribir este artefacto en la lista de los récord Guinness, sin embargo, la respuesta fue que ya había uno que medía tres metros de alto, en algún lugar de Europa. Así se explicó la tradición del molcajete y se aceptó la propuesta, pero en tiempos de pandemia, para la ciudad ahorrar 400 mil pesos en el proceso fue más importante que estar en la lista. 

 

Don Mauro Quintero—igual que Juan—toman una piedra, la “tecatean”, es decir le dan la forma para que pueda ser un molcajete, entonces se sientan, detienen la piedra con pie descalzo y comienzan a picar. Un molcajete mediano puede estar listo en un día.

 

Entre las minas, molcajetes gigantes, comida casera, y una buena salsa, el rato pasa volando. Mientras los locales hablan orgullosos no solo cómo chamacuero (lugar con cercas derruidas) era una pueblo donde los nómadas iban de paso, hasta que descubrieron que la zona era fértil para plantar: aguacate, granada, naranja, duraznos, guayaba. Cuentan sobre sus sus atractivos turísticos: el Templo de San Francisco de Asís, con tres retablos de oro que datan de 1800, la zona arqueológica de Los Remedios, sus aguas termales, los tapetes coloridos de aserrín que, fieles devotos hacen sobre tres calles del centro histórico el último día de diciembre, los murales que cuentan su historia en el antiguo edificio de presidencia municipal… 

 

Para conocer más sobre tours artesanales en la ciudad de Comonfort. Contacte a Ruth Franco, 412-1421-786