Una de las comunidades migrantes más grandes de San Miguel es La Talega. Don Rutilio Hernández, representante de la comunidad, asegura que la comunidad fue fundada a mediados de 1700. Ahí se venera a la Santa Cruz, a San Isidro Labrador, pero también a San José.
Es el lugar donde las fiestas tradicionales se viven día con día, donde todavía existen y luchan contra la extinción de las yuntas—ésas que adornan con flores, tiras de fruta, pan, y todo tipo de alimentos que, luego se llevan como ofrenda al santo venerado. Es el lugar de la marota; ese personaje femenino y masculino a la vez, que portando una máscara viaja en una carreta, y luego es raptado por el caporal—como entretenimiento de la fiesta pagana. La Talega es el lugar de las “Texas trucks”, pero también el hogar de los migrantes, esos que se van y se encomiendan a sus santos, para volver cada año a pasar las fiestas en el lugar que los vio nacer.
Es en esta comunidad donde cada año, en diciembre, se organiza la misa del migrante, sin embargo, desde hace años, tanto el interior del centro religioso, como el atrio, resultaron insuficiente para aquellos que, motivados por la fe, llegaban a fin de año para dar gracias a dios por un año más de éxitos, y por haberles permitido un sano retorno.
La fiesta en honor a San José, comenzó con el siglo XX, pero no había iglesia, solo una enramada, así por ahí de 1950 los ancestros de Hernández colocaron la primera piedra de lo que fungió como iglesia los últimos 70 años. “Recuerdo la primera piedra, y el lugar en que la colocaron, era rectangular, y la queremos rescatar” dice orgulloso, y claro; tiene bien ubicado el lugar en que se colocó la primera piedra de la nueva construcción.
El inicio de la obra: en busca de la primera piedra
La entrada a La Talega es una, está empedrada y rodeada por cultivos de maíz, algunas casas. Al llegar al final de la calle principal se encuentra una construcción colosal: es la iglesia de la comunidad, que hasta ahora ha costado unos ocho millones de pesos para construirla. Es una obra importante, puesto que la población ha recibido una felicitación del arzobispado por tanta dedicación y avance en el proyecto.
Ahí, entre vigas, alambres, y trabajadores, don Rutilio Hernández, quien vive en el templo, y cuyos ancestros construyeron la primera iglesia, recibió a Atención. Nos contó que la idea de la construcción de una nueva iglesia ya estaba desde hace diez años, pero fue difícil para los miembros de la comunidad ponerse de acuerdo. Finalmente, este año, los migrantes—trabajadores en Estados Unidos—acordaron aportar cantidades que van de los 20 a los 100 dólares por semana, todo para la construcción del templo que, quieren sea el centro de fe y reunión más importante de la zona, e incluso pretenden que llegue a ser parroquia.
Para este edificio, la administración municipal ha pagado la mano de obra, que proviene de los habitantes de la comunidad, y aunque aún no hay fecha de término, sí hay un avance del 50 por ciento, y se espera que para diciembre el edifico esté ya en obra negra. Hablamos también con los arquitectos contratados por la comunidad, Antonio y Pamela Rangel, quienes compartieron que el proyecto cuenta con la nave principal, campanario, bautisterio, capilla del perdón, dos salones de usos múltiples, y altar principal. Además, contará con sacristía, y casa para sacerdotes. La inversión por parte del municipio es de 1 millón de pesos.
Apoyo municipal para la participación ciudadana
El gobierno municipal ha contribuido con la obra en La Talega con recurso público promoviendo la participación ciudadana. Esa obra es una de 300 que se están llevando a cabo en la zona urbana y rural de San Miguel. Estas obras van desde construcción de calles, hasta aplanados en fachadas, pintura de casas, rescate y construcción de plazas públicas. Atención, además de la visita a La Talega, visitó la colonia Santa Cecilia, donde trabajan con el programa PAR (Programa de Acción Renovada.)
Ahí, la capilla de la colonia, que también inició como una enramada, es sobria, tiene un techo de dos aguas con láminas metálicas, paredes sin ostento, y bancas de madera, la construyeron los fieles. Para construir este edificio también, como en La Talega, los habitantes se pusieron de acuerdo con la Dirección de Desarrollo Social y Humano para trabajar además en la construcción de la plaza pública, que se inauguró ya en pasadas semanas.
Ésta cuenta con bancas, lámparas, paseos, plantas, y una cruz monumental en el centro, una plaza que, de acuerdo a la presidente de colonos—Angélica Tovar—”cualquiera quisiera tener,” y es que de tierra, pasó a ser ahora el centro de reunión de los habitantes que, esperan que pase ya la contingencia para que puedan salir, y disfrutar el espacio.
“Me gusta mucho salir a los parques, a las canchas por la tarde, antes no había a dónde, ahora sí” mencionó conchita Aguilar, vecina de la colonia. Finalmente, Araceli Vázquez parte del comité de obra, dijo que la colonia contribuyó con la piedra, “todo lo demás lo proveyó Desarrollo Social”. La obra costó medio millón de pesos.
Piedras para San Agustín
La comunidad de San Agustín está sobre la carretera a Guanajuato, ahí ahora tienen una plaza digna que cuenta con ejercitadores, kiosco, cancha de fútbol rápido, plantas, y una escultura de San Agustín, el santo patrono.
Ahora se ve bonito, “era solo tierra,” mencionó Plácida Luna, quien asegura que organizó a la comunidad para solicitar el trabajo conjunto con el gobierno, pero también proveer piedra que se colocó en los paseos, en la barda perimetral, y en el nicho a San Agustín. También, se organizaron con la comunidad de San Marcos, para hacer intercambio de piedra—laja por bola—y tepetate, así su plaza fue inaugurada en agosto. “El trabajo fue arduo, pero ahora estamos contentos que tenemos espacios de recreación” dijo la delegada Greta Grisel, y dio la cantidad que se invirtió en la obra; 1.5 millones de pesos.
Osvaldo Arteaga, Director de Desarrollo Social en el municipio, y responsable de esos proyectos de beneficio común, dijo para Atención que las obras son realizadas con el programa PAR, “son alrededor de 300 obras. Hay infraestructura educativa (salones, canchas, baños, rehabilitaciones, que son alrededor de 150 obras. Los papás trabajan la mano de obra). En calles caminos y plazas son 150 obras al año.
Son obras ciudadanas, las personas la solicitan, se involucran en la organización, en el proyecto, la participación. Gracias a ellos las hemos podido hacer posible. Son obras que dignifican la calidad de vida, cambian su entorno”.